LA TAN
ANHELA PAZ
Por: Carolina Martínez
Es absolutamente claro que no
todos estamos dispuestos a ingerir cicuta como lo hizo Sócrates, ni que tampoco
vamos a resistir las humillaciones de aquellos “aprovechados del poder” con una
actitud meramente pasiva; es más me atrevo a decir que cualquiera de nosotros
en una situación de absoluta ira e intenso dolor, en donde la injusticia es la
principal protagonista, preferimos tomar la justicia por nuestras propias
manos, siendo capaces de hacernos matar peleando, antes que seguir padeciendo
el dolor que aquellos actos causan en nuestro corazón.
Las víctimas del conflicto armado colombiano, quieren
borrar ese pasado violento de su cabeza, quiere cambiar la historia del país y
ahora solo sueña con que por fin en Colombia se pueda vivir en PAZ. Ellos les
reclaman a estos actores del conflicto armado, el por qué ellos se dejaron
cegar por la violencia, convirtiéndose en personas violentas, monstruos
sanguinarios, generando así un capítulo de la historia colombiana, que vio
morir a sus próceres, a sus luchadores, solo porque pensaban diferente. Este
capítulo de violencia y de desolación, hizo que una generación de colombianos,
en su mayoría jóvenes, saliera del país, para radicarse en el exterior,
buscando nuevas oportunidades, pero sin la necesidad de dejar de pensar en
patria, pues su gran sueño es regresar a una Colombia en Paz.
Estos jóvenes exiliados por la violencia, por la
falta de oportunidades académicas y laborales, están cansados de que los tildes
de narcotraficantes, ladrones, drogadictos y terroristas. Ellos quieren
regresar a Colombia, pero a una Colombia en paz, una Colombia que ya no calle
mas los crímenes del conflicto armado Colombiano, sino que anhelan regresar a
una patria que no vea la necesidad de alzarse en armas para pedir justicia;
porque algo sí es cierto: estos jóvenes colombianos perdonan, pero no olvidan.
Es válido aclarar que en Colombia, un gran
porcentaje de su población, es población rural, la cual se ha visto fuertemente
afectada por el conflicto armado que vive el país desde hace un poco más de 20
años; es por ello que su situación actual es de pobreza. Este porcentaje poblacional,
que se ha visto gravemente afectado por la guerra, no ha dejado su pujanza de
lado, y no se han convertido en esos personajes que dejan que todo pase, sino
que por el contrario, son personas que a pesar de haberlo perdido todo y haber
quedado en una situación de pobreza, no se resignan ser pisoteados, no se
quieren convertir en un “pueblo indómito”, pues ellos quieren seguir luchando,
quieren seguir en su pie de lucha por la paz y porque se haga justicia frente a
esos crímenes atroces que padecieron en carne propia.
Me atrevo a decir que es culpa nuestra que en
Colombia aún persista la anomalía, única en América Latina, de grupos
guerrilleros y contra guerrilleros (paramilitares); anomalía que ha generado
una tragedia inmensa. Pero esto lo único que demuestra es que el pueblo
colombiano, no es un pueblo pasivo ni mucho menos resignado. La historia
colombiana, para bien y para mal, ha descrito a los colombianos, como un pueblo
pujante, echado para adelante, que nunca se queda callado, que reclama, que
busca opciones para salir adelante, pero por esos mismos rasgos de verraquera,
es que esa lucha se ha ido tiñendo de sangre, convirtiendo esa virtud en un
grave defecto llamado basado en el odio.
El gobierno Colombiano, por fin reconoció en días
pasado que en Colombia se tiene un conflicto interno fuerte, y así mismo acepto
sentarse a dialogar con la guerrilla de las FARC, sin embargo, ahora ambas
partes tienen que tomar decisiones importantes, que hacen que el país se
fragmente mucho más de lo que ya está. Por una parte el gobierno tiene que
analizar si continua emprendiendo acciones militares que lleven al exterminio
de aquellas células guerrilleras que no quieren entrar a dialogar, o si se hace
un cese de actividades militares en ciertas zonas, con el fin de que esas
células guerrilleras que aún no han entrado en el dialogo, lo vean como una
buena salida y por ende entreguen sus armas; para que de esta forma se les
pueda aplicar la ley de justicia y paz, tal y como sucedió en Ralito con los
paramilitares, buscando siempre una reparación REAL y EFECTIVA de las víctimas
del conflicto armado, o sea de la población civil. Así mismo la guerrilla tiene
que entrar a analizar si continua con su actuar delictivo a través de sus bien
conocidos ataques terroristas, o más bien opta por seguir con la invitación al
dialogo, la liberación de los secuestrados y el resarcimiento de las víctimas;
esto con el fin de encontrar la tan anhelada PAZ.
Es preferible que en Colombia nazca un partido
bolivariano, que sea liderado por personas políticamente activas como Piedad
Córdoba, Gustavo Petro o por el mismo Navarro Wolf; a que se siga con esta
guerra que lo único que está pariendo son más hijos huérfanos que ahora claman
por la PAZ. Pero el gran temor que existe es que el odio de las antiguas
generaciones se siga acumulando y que por ende se continúe en una lucha infame
y con una contrainsurgencia que siga con las mismas prácticas que llevan al
extermino de partidos políticos, desaparecidos y asesinatos de todo aquello que
huela a protesta social; si se sigue entonces por ese camino, la herida de
Colombia nunca va a sanar, sino que por el contrario va a seguir sangrando por
eternidades.
Para que odio pare y para que en realidad Colombia
salga de ese círculo vicioso de violencia y extermino, es necesario que la
guerrilla de él primer paso, liberando a todos sus secuestrados, retirándose
entonces en franca lid, de la guerra, para que
ese modo declaren de modo unilateral
la suspensión de la lucha armada, demostrándole así al pueblo colombiano que en
realidad han escuchado sus peticiones de PAZ. Pues ahora lo que se respira es
una total incertidumbre por parte del pueblo colombiano, que ya no confía en
ninguna de las partes (bien sea gobierno o guerrilla), y que lo único que
espera es que por fin se logre la tan anhelada PAZ.