miércoles, 13 de marzo de 2013

EL OLVIDO QUE SEREMOS, UNA HISTORIA, UN RECUERDO, UN PAIS


Reseña libro: El Olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince, Bogotá, Editorial Planeta, 2006, 272 p.

“Hasta el 25 de agosto de 1987 en que dos sicarios vaciaron los cargadores sobre su cuerpo frente al Sindicato de Maestros de Medellín. Tenía 65 años, vestía saco y corbata, y en el bolsillo de su pantalón llevaba un soneto de Borges, “Epitafio”, acaso un apócrifo, y cuyo primer verso reza: “Ya somos el olvido que seremos...”

Obra literaria que recoge los momentos más íntimos de su autor, aquellos que reservo durante veinte años, mientras descubría el tono propicio para abordar el asesinato de su padre, sin recurrir al melodrama como género literario para contar su historia de vida.

De Agamenón hasta este tiempo, el padre es quien hace la guerra, quien genera el orden frente al caos, la figura de autoridad frente a la desobediencia; y si no es el mismo Dios, pues es él quien negocia con los demás dioses sobre el tema. Aquel ateniense sacrifica a Ifigenia para que el viento suba el calor de las venas, quien es patriarca propone y dispone, pues el padre es la ley y su patria es su territorio; sin embargo hasta este mismo orden sufre fuertes cimbronazos cuando de violencia se trata.
Acabar con el padre fue lo que predestino la escuela del psicoanálisis y Alexander Mitscherlich, de la Escuela de Frankfurt, fue quien exploró la ausencia de la paternidad en la sociedad alemana de la Posguerra. Ese relato del padre en occidente se refleja en su complejidad desde la tragedia misma, pues su carga ideológica en torno a la figura misma, no solo llama la atención, sino que también es bienvenida, ya que la paternidad siempre logra brillar por su ausencia en la cotidianidad de la vida familiar.
Veinte años después de la muerte de Héctor Abad Gómez, padre, quien fue tiroteado y asesinado en una calle de la ciudad de Medellín, por sicarios a sueldo, su hijo, Héctor Abad Faciolince, encontró la voz y el tono necesario para afrontar este reto personal que se sobrepone en su libro El olvido que seremos.

El asesinato del padre, el eje central de la obra, muestra también una orfandad existencial, que surge luego de su ausencia física. Durante la narrativa el autor experimenta un res- quebramiento de sus certezas; sin embargo se puede leer un fuerte reclamo, una protesta dirigida a Dios, desde una actitud dialogante, pero que a su vez parte de una rebeldía que es un producto de una gran decepción. La historia muestra ese homenaje que el mismo hijo le hace a su padre, al héroe de su vida, quien era una figura de corazón generoso, compasivo y tolerante, ese medico humanista, catedrático, consultor de la OMS, obsesionado con la medicina preventiva y la extensión de la salud pública a todos los rincones del país, un fuerte defensor de los derechos humanos, quien en vida batalló hasta el cansancio por la tolerancia, la paz y la justicia; ese hombre que en momentos de rabia se encerraba a escuchar los sonetos de Bach y Beethoven, como mecanismos de sanación; confiaba en el amor a rajatabla, en el amor por la vida ante todas las cosas, por los hijos y sobre todo por la justicia.
La escritura, la memoria, la pasión de Héctor Abab Faciolince, necesitaron enfrentarse a esa hoja en blanco, para poder abordar el proceso de escritura de esa fuerte pérdida, la pérdida de esa figura ejemplar que era su padreMe saco de adentro estos recuerdos como se tiene un parto, como uno se saca un tumor”.
No existe duda alguna que el tiempo fue el mejor aliciente y que no solo le ayudo a Héctor A. Faciolince a mejorar su trazo literario, sino que también lo llevo a encontrarse en el momento y en el lugar indicado para sacar de sí mismo la mejor prosa para hacerle una buena dedicatoria a su padre, a su legado. Pues a diferencia de lo que se puede leer en Joseph Roth quien sostiene: “Yo no tuve padre, en el sentido que nunca lo conocí”, el narrador colombiano demuestra todo lo contrario al escribir en su libro apartes como: “Amaba a mi padre por sobre todas las cosas... Amaba a mi papá con un amor animal. Me gustaba su olor, y también el recuerdo de su olor... Me gustaba su voz, me gustaban sus manos, la pulcritud de su ropa y la meticulosa limpieza de su cuerpo”.
Tal y como lo describe Héctor Abad Faciolince en su libro: “ La idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por eso yo había resuelto tirarme al río Medellín si él llegaba a morirse”, pero después de la lectura es posible imaginarse y entender a ese adulto que sostuvo la sangre de su padre al momento de su trágica muerte, quien en ese momento en lo único que pensó era en no tirarse al rio Medellín, sino en seguir adelante con su pena al hombro, pero con una misión importante en su vida: Encontrar un lugar en el mundo, un mundo en el cual su padre ya no estaba físicamente, sino espiritualmente por así decirlo.
La historia obtiene su grandeza a partir de aquella extrañeza en dónde se pregunta frecuentemente sobre la existencia de esa figura paternal amorosa, que carcajea con sus hijos, que llora con ellos cuando la tristeza abunda en el ambiente, aquel que canta de alegría y escribe poemas inspirados en la belleza de sus muzas, sus hijas y su esposa. Así como también se puede observar como en una familia antioqueña de pura cepa, aun se daba la existencia de un gineceo, en donde el dinero y el presupuesto familiar era vocación de la madre, algo totalmente atípico en la sociedad antioqueña; pues las estadísticas demostraban que dichos roles eran completamente opuestos, el cariño y los mimos eran solo de las madres y el dinero y dirección del hogar era una actividad netamente masculina.  Es aquí entonces donde ese padre muerto logra convertirse en un símbolo representativo para la obra, ya que su ausencia muestra esa transición drástica que ocurre cuando se cierran la infancia y la juventud, pues antes de este suceso la vida del autor está colmada por certezas y alegrías alcahueteadas en su mayoría por ese padre comprensivo que basaba la crianza de sus hijos en la felicidad de los mismos.
El autor con su relato, logra lo que quería Nietzsche escribir “para sobreponerse a la realidad”, es por esto que el resultado se resume en una historia verídica del médico Héctor Abad, contada con los recursos de la novela, carta, testimonio, documento, ensayo y biografía; cuarenta y dos capítulos que son la saga de la familia del escritor, iluminando la historia de Colombia de las últimas décadas desde el lugar del amor y la justicia, aunque sin poder evitar la pregunta con la que comienza y termina el libro. El porqué de la muerte.  
La vida es una herida absurda, dice el tango, ése que tanto le gustaba cantar al doctor Abad. Pero la vida no tiene cura. Ya lo dijo Artaud.
Relatar el pasado es un gran esfuerzo que le devuelve la unidad a su historia de vida, desde el ejercicio que re-estructura la conciencia, con la única finalidad de reconstruirse a sí mismo, buscando de esta manera un lugar en el mundo.
EL OLVIDO QUE SEREMOS construye al padre en un tiempo eterno que justifica su estancia en la tierra bajo el dialogo con esa figura de autoridad que solo proviene de la seguridad y la certeza que se posee al hablar con dulzura y franqueza sobre los temas familiares, pues al menos con esta autobiografía nadie osará en robarle de nuevo el tiempo a aquella figura paternal que fue Héctor Abad Gómez para su hijo Héctor Abad Faciolince.

ME VERAS VOLAR SOBRE LA CIUDAD DE LA FURIA



 40 cigarrillos diarios, negación de la edad, obsesión por los detalles y un pasado de exceso, son los rasgos que más salen a relucir en las descripciones que existen de Cerati, pero en público, siempre busco cultivar una imagen mucho más tenue y menos reprochable.
Por Carolina Martínez.
“Súper cerebro”, así solían llamar a Gustavo Adrián Cerati después de que él mismo inventara este personaje cuando aún era un niño; “Súper cerebro” era un cómic que poseía el don que solo guardan los eternos: El cerebro.
Pasó la infancia, la juventud y se llegó a la temida adultez. Han pasado más de 40 años y ocurrieron muchas cosas, aún hoy, alumbrado por unas cuantas lámparas, el recuerdo de súper cerebro, termina con una feroz ironía, pues el 15 de mayo de 2010, como una metáfora que jamás creíamos que iba a suceder, Cerati sufrió un accidente cerebro vascular; episodio fatal que terminó por convertirlo en aquello a lo cual siempre le tuvo miedo: un cuerpo y una mente totalmente en “blanco”.
¿Cómo llegó Gustavo Cerati a este estado vegetativo? ¿Qué tipo de vida llevaba la noche en la que entró en coma? En sus numerosas salidas al aire desde Venezuela, último país visitado por Cerati, el periodista del Grupo Clarín Bebe Contempomi -quien entrevistó a Cerati durante 15 años y le hizo la última nota antes del accidente- se cansó de repetir que el famoso músico estaba sobrellevando las exigencias de una gira, pero que a la vez llevaba algo más que eso, pues el 15 de mayo del 2010, Cerati ya había sufrido una descompensación producto del estrés y del agotamiento al que suele someterse los artistas en sus largas giras.
En la década de los 80´s, cuando aún se vivía una fría dictadura en Argentina, nació Soda Stereo, con una propuesta renovada de Rock en español, la cual también traía consigo una vida de excesos, que fueron los que empezaron a causarle problemas de salud a Cerati, los cuales no se atendieron con el debido cuidado y tiempo requeridos. Parafraseando entonces a la estrella del momento en una de sus tantas entrevistas para la Revista Rolling Stone de Argentina: “A lo largo de los años he jugado con el abuso y con la constricción en varias oportunidades, sucede que algunos hemos tenido mejores niveles de alarma".
Gustavo tuvo varios avisos de que algo con su poder heroico iba mal; uno de ellos llegó temprano, durante la grabación del disco Signos, pues el ritmo que le imponía su amada banda y su nuevo estilo de vida, solo podía sobrellevarlo con unos cuantos pases de cocaína; es por ello que la mayoría de las letras de este disco fueron producidas de noche, y con unos pocos días de anticipación de la presentación en vivo del disco, generando entonces un agotamiento profundo en Cerati, lo cual lo llevo a que apreciara desde la sala de un hospital el estrellato de su aclamada banda Soda Stereo, temiendo y creyendo que hasta ahí contaba su historia, pues estuvo a punto de morir por culpa de los excesos a los que se había sometido por vía propia.
Este primer encuentro con la muerte fue vencido por Cerati, y casi nadie se enteró, porque gracias a la majestuosidad con la que el artista siempre cultivaba su imagen, desde afuera con su voz y desde adentro con su cara de impúber, sus peinados raros, nuevos, innovadores para todas las ocasiones.
El recorrido entre los excesos, hospitales y nuevamente los excesos, fue repetido durante mucho tiempo. Exactamente no se sabe cuántas visitas tuvo que hacer a los centros de salud para ser atendido por sus altibajos, pero sí se recuerda que en el 2006, cuando ya era solista y tenía casi 40 años, el cigarrillo le produjo una tromboflebitis que lo llevó a terapia intensiva, circunstancia que lo obligó a dejar de lado a su amigo el tabaco por un buen tiempo.
Debido al estrés que le producían sus largas jornadas de grabación y sus grandes insomnios creativos, Cerati volvió a entablar relaciones con el cigarrillo, pero esta vez aumentando a casi dos o más atados por día. Este reiterado exceso escondía ese perfeccionismo que manejaba Gustavo en el estudio de grabación y en el mismo escenario, perfeccionismo que lo mostraba como un grande, pues con cada nuevo trabajo musical y cada puesta en escena, lograba cautivar y satisfacer los deseos de sus fans, su tesoro más preciado; así lo asegura Marcelo Fernández, director de la Revista de rock La Mano, quien en varias ocasiones lo entrevistó y visitó en sus estudios de grabación y diferentes escenarios, quedando encantado con las propuestas de Cerati, pero preocupado de que la vida no le fuera a pasar una mala jugada debido a esos “secretos” excesos que ya Cerati cargaba bajo su manga.
Por más que Cerati fuese considerado como un artista que nació entre las giras, tal y como lo define Ernesto Martelli, director de Rolling Stone Argentina, seguía siendo un ser humano de carne y hueso, que en algún momento se iba a reventar de tanta adrenalina. Con Soda Stereo tuvo sus primeros excesos al ser considerado un hit a menos de un año, es en este momento que el estrés aparece como productor principal de los excesos de Cerati, es en esta época en donde se empezaron a cultivar todos esos focos “peligrosos” que más de una vez le pusieron polo a tierra, pero que no recibieron la atención suficiente. 
Los triunfos discográficos de Gustavo Cerati son apabullantes: logró editar 15 discos con Soda Stereo, cuatro más con diferentes músicos, hizo 35 videoclips y 6 DVD’S, ganó 52 premios y a la vez vivió de gira; tuvo a las mujeres más hermosas a sus pies, cometió grandes locuras como tirar un bidet desde la ventana de un hotel, como un acto de rebeldía, tuvo excesos, muchos, forzó su máquina y nunca le puso el cuidado necesario a esos llamados de atención que tanto su cuerpo, mente y familia le hacían a cada rato.
Ni con los 50 años cumplidos, ni con todos los triunfos obtenidos, Gustavo Cerati, se sintió cansado ni mucho menos mitigado por la vida; no concebía su vida en un retiro en Cabo Polonio, lo que mostraba un claro problema para aceptar el paso del tiempo y con este la invitación que le hacían de retirarse al menos por un tiempo de los escenarios. Sin embargo, llegó la vida y le pasó la cuenta de cobro y lo llevó sin su aceptación a un retiro forzoso de esa vida de excesos, vida que de una u otra forma no quería abandonar.
Ahora mientras vive su mitad de siglo, aquel músico del rock deja de ser ya un súper héroe y se dedica entonces a salvar su preciado súper poder: su cerebro.

LA DISCAPACIDAD MENTAL CON OTROS OJOS



Look into your book of rules (Mirá en tu libro de reglas)
and tell me what you see (y decime qué ves)
Are you all that different? (¿Sos tan diferente?)
Are you just the same as me? (¿Sos exactamente igual a mí?)
Tema: NO TAN DISTINTOS,
Autor: Luca Prodan, Líder de Sumo
FICHA
No tan distintos
José Esses
Editorial Capital Intelectual. Buenos Aires 2012
219 páginas

No Tan Distintos del periodista y sociólogo José Esses, trae un mirada desencartonada de la discapacidad mental, la cual conoció de primera mano por su trabajo como tallerista, actividad que lo llevó a entender que el mundo de los discapacitados, "no es un mundo que queda tan lejos" y que por lo tanto es necesario "sacarse las ideas idílicas" para entablar vínculos más cercanos con aquellos a los que de manera despectiva se les trata como “especiales”.
La narrativa con la que se suele manejar la discapacidad mental tiene, en general, un tratamiento piadoso, siempre acompañado de música emotiva. Los medios de comunicación solo muestran a los discapacitados como héroes que consiguen “grandes” hazañas en los Juegos Paralímpicos, los niños son presentados como seres asexuados y lindos angelitos llenos de misericordia, logrando de esta manera que no se sientan discriminados ni maltratados verbalmente por un lenguaje que es propio de la crueldad humana cuando se trata de un acercamiento a este tipo de personas, que generalmente son tildados como mongólicos, tarados, retrasados o retraídos mentales.
Esses logra manejar el tema con humor, alejado de la solemnidad con la que se escriben este tipo de libros, ya que su objetivo principal es evitar esos lugares e imágenes comunes con los que se maneja el tema de la discapacidad mental, logra llamar a las cosas por su nombre, apreciando este tipo de circunstancias desde el otro lado, del lado de quien vive en ese mundo “diferente” todos los días, bien sea de manera personal o familiar.
Con conductores de programas radiales, mensajeros de mueblerías, sobrevivientes del Holocausto Nazi, enamorados, adictos, algunos con discapacidades profundas que solo les permiten comunicarse a través de balbuceos, se construye un libro de crónicas, en el que el autor logra derribar ese discurso de otredad, focalizando su investigación en la individualización del personaje, que para algunos tiene una historia netamente trágica, pero que con el giro de la misma logra llegar a un final feliz que puede arrancarle al lector una sonrisa, que de seguro también podrá venir acompañada de unas cuantas lagrimas o carcajadas.   
Los protagonistas de No tan distintos, son chicos flacos, fiesteros, sentimentales, que les gusta que los traten como iguales y no como distintos, pues a grandes rasgos todos los mortales siempre quieren lo mismo, la diferencia radica es en las formas en las que cada uno logra alcanzar sus propios objetivos.