domingo, 21 de octubre de 2012

EL AMOR DESPUES DEL AMOR Y SUS 20 AÑOS


El aniversario del disco más vendido de la historia del rock argentino, tuvo su celebración en Buenos Aires, gracias al festival Movistar Free Music, en el espacio abierto del planetario de la ciudad; contando con la asistencia de más de 35 mil personas de casi tres generaciones que han crecido con las letras del rosarino Rodolfo “Fito” Páez.
“¡Buenas noches, bendita Buenos Aires!”, así saludo Fito a todo el público que se encontraba allí reunido para celebrar junto a él los 20 años de historia musical de su disco más vendido.
Fito nos hizo recordar que ya tiene 49 años, pues abrió su repertorio con “Naci en el ‘63 con Kennedy a la cabeza; entre zanahoria y carnes”, haciéndonos a todos testigos de que en ese año nació uno de los cantautores más importantes de la historia del rock en español.
El amor después del amor, nace en 1992 y se convierte en el disco más vendido de la historia del rock argentino, ha logrado vender un poco más de un millón de copias en estos 20 años. Este fue el disco que le dio su chapa absoluta, pues después de este disco Fito creció de manera tal que se convirtió en ese showman grandioso, que se adueña de escenario, destacando a su banda y agitando a su público con cada una de sus canciones.
Durante su puesta en escena Fito agita su cabeza, en búsqueda de aquella nota musical que no logra alcanzar, pero que al final alcanza, como lo logra casi todas las veces. Con el paso del tiempo Fito ha logrado demostrar que para poder tener una buena puesta en escena no es necesario demostrar que un artista tiene que pasarla mal, con El Amor después del Amor, logra crear un gran producto musical, pasándola siempre bien y sobre todo siendo feliz, lo que hace 20 años era todo un suceso y toda una novedad conceptual.
Su nueva banda es un verdadero hit, y así lo demostró cuando llego “La Verónica”, pues al publico nos dijo: “nunca sonó tan bien esta canción como con esta banda”, y todos los asistentes, por mas nostalgia que le guardemos a Claudia Puyo, y sus demás antiguos compañeros de escena, terminamos por darle la razón, ya que la voz de la Colombiana Adriana Ferrer hizo que las notas corales de esta canción impactaran dentro de su público.
El concierto dura un poco más de dos horas y entre cada canción que presenta, Fito cuenta una pequeña historia como la de la creación y composición de la canción “Un vestido y un amor”, la cual le compuso a Cecilia Roth, luego de que ella casi le colocara un cohete para sacarlo de su departamento cuando lo vio llegar de madrugada con media vuelta encima, y de cómo ella se arrepintió cuando en poco tiempo le compuso este tema en un pianito heredado de su gran amigo Charly García, así mismo dijo que no se puede ser injusto con las musas, venerando de esta manera a su gran aliada Fabi Cantillo “Nuestra princesita: hay recuerdos que no voy a borrar”.
En el escenario están Fabiana Cantillo y Celeste Carballo cantando “Thelma y Louise”, las mismas nenas del disco del ’92, tal y como si el paso de estas dos décadas las hubieran alimentado de divinidad y energía dentro del escenario; así mismo se recuerda a Spinetta con su voz virtual en “Pétalo de sal”, generando así un recuerdo imborrable en la mente de todos aquellos que también extraños al flaco. Andrés Calamaro se convierte en un invitado especial en la noche, su voz y su imagen son traídos desde la virtualidad, lo que nos genero entonces a los espectadores esa sensación de que todos estuvieran allí presentes en la misma tarima, acompañando a Fito en esta maravillosa presentación que recorre 20 años de historia musical. 
Ya para terminar la fiesta, cuando llega a las notas de aquella famosa “Ciudad de pobre corazones”, en una furia musical, aparece Charly García, el mismo en persona, con guitarra eléctrica en mano amenizando la fiesta, cumpliéndole el sueño a aquellos pequeños que ya lo habían escuchado, pero que temían no poderlo ver en vida encima de un escenario y más en compañía de su fiel amigo Fito Páez.
Este fue más que un concierto, fue una íntima reunión para la celebración de todos los encuentros generacionales que han ido surgiendo alrededor de las letras de este grande del rock en español FITO PAEZ.

LA BOSSANOVA SE TOMA EL PARQUE CHACABUCO

No solamente septiembre es el mes de Brasil en Argentina, sino que además las infinitas actividades que se desarrollan en su mes, se encuentra también agendado el 8vo Festival Encuentro Bossanova en Buenos Aires. Bajo la idea y dirección de Rosana Tealdi, quien desde hace 8 años dirige el festival, bajo la premisa de reunir a los amigos alrededor de la música, cine y gastronomía brasilera. Convirtiendo este tipo de eventos en algo mas fraternal entre la cultura bonaerense y la brasilera.
Este año hay cine en el Espacio  Urbano, clínicas de instrumentos y muestra de cine. Todos los espacios son abiertos al público de manera gratuita, lo que hace que sea un espectáculo de libre para todos aquellos que quieran acudir al festival.

Describir el festival es una tarea difícil, es entrar en contacto con una cultura diferente a la porteña,  ya que los brasileros se caracterizan por sus tonos alegres, sus sonrisas encantadoras y por su ambiente fiestero en todo momento. Desde la entrada a la sala Estudio Urbano, se puede sentir ese sabor de samba de Bossanova que impregna el lugar.

Asistí al festival con la intensión de conocer un poco más de cerca la cultura brasilera, pero en definitiva lo que más me llamo la atención fue la oferta audiovisual, la cual versaba en su mayoría sobre documentales y argumentales de la historia musical de Brasil; es allí entonces donde decido entrar como espectadora la cinta “O Misterio Do Samba”, la cual es un documental dirigido por Lula Buarque de Hollanda y Carolina Jabor.
Abrir la proyección de la cinta, para el presentador y moderador del conversatorio que se daría al final de la proyección, era una tarea difícil, no podía explicar mucho ya que la misma se explica por sí sola. La sala de proyección estaba medio llena o medio vacía, pero todos los que allí nos encontrábamos, en su mayoría jóvenes, estábamos ansiosos por empezar a ver la proyección de aquel documental que fue abierto con tan solo las siguientes palabras: “La historia de la memoria de la samba en Rio de Janeiro… disfrútenlo…”.

Este documental relata la historia de la cantante brasilera Marisa Monte, una de las compositoras contemporáneas más importantes del MPB, quien para la grabación de su trabajo musical TUDO AZUL, se dedico a investigar y a recuperar casi más de 100 melodías musicales que estaban siendo olvidadas, ya que las mismas eran producidas por los integrantes del grupo de veteranos sambistas de la ciudad de Rio de Janeiro, quienes no tenían la buena costumbre de registrar las letras y melodías que componían en las rueda de samba que solían hacer cada que se reunían.

Luego de la proyección, se abre el conversatorio con una de las directoras del documental Lula Buarque de Hollanda, quien empieza a responder una serie de preguntas que versaban en su mayoría sobre importancia de la memoria musical dentro del desarrollo cultural de cada país latinoamericano, destacando en cada intervención la falta de apoyo por parte de los gobiernos de la región a estas investigaciones que tratan de recuperar esa memoria que en algunos casos tristemente ya se ha ido.

El conversatorio se termina y algunos asistentes se retiran mientras otros se quedan y se deleitan de aquel sonido de samba que siente en el lugar. Un grupo de jóvenes brasileros saca su tambora y empieza a tocar una que otra sonada rítmica, típica de la samba brasilera, lo que hacía que me sintiera en un espacio de Brasil, ellos hablaban en portugués, yo solo entendía algunas palabras, pero con sus sonrisas y miradas entendían que era bienvenida dentro de ese pequeño círculo brasilero que ese miércoles 19 de septiembre visite en el Espacio Urbano del Parque Chacabuco de la ciudad de Buenos Aires.

martes, 9 de octubre de 2012

UN CUADERNO PARA ENCONTRARSE DE NUEVO A PRYPIAT


Confiar en la percepción y escribir a partir del recuerdo de aquello que hemos olvidado…”
Carlos Ríos, El cuaderno de Prypiat

Cada semana se publican novelas que rompen con el silencio que guardan algunas convenciones narrativas, sin dejar de exaltar ese experimento literario que nace al momento de enfrentarse con la hoja en blanco. La  novela “El Cuaderno de Pripyat”, tiene esa extraña cualidad de manejar el hilo conductor de la historia de tal manera, que va llevando al lector a viajar a la antigua URSS, invitándolo a imaginarse esa ciudad joven, que contaba con un futuro promitente. Su autor, se apropia de la escritura, logrando entrelazar la ficción con el análisis etnográfico y antropológico, basando su historia en la mayor catástrofe radioactiva de la humanidad; generando de esta manera que las voces del narrador y del personaje se entrecrucen con aquellas imágenes que se espera que solo se repitan en la imaginación colectiva de los lectores.

El Cuaderno de Pripyat, del argentino Carlos Ríos, es uno de los pocos libros de literatura argentina que he leído, desde que llegue a Buenos Aires. La lectura la comencé hace unos días, en casa de unos amigos, mientras ellos disfrutaban de su tertulia al lado de una buena botella de vino, yo me iba concentrando en el relato ficcional sobre la perla moderna, la ciudad fantasma de Pripyat. Unas 95 páginas de una historia, que me iban entretenido con el pasar del tiempo, invitándome a viajar hacia aquella ciudad Ucraniana, que para ese entonces era la puerta de la modernidad y de la mayor fuerza laboral.

En la historia no hay una narración aburrida, sino que es más bien entretenida, pues el hilo conductor de leyenda, se basa en la necesidad de querer encontrar ese lazo familiar desconocido, pero que el cual se extraña y del que se anhela conocer más allá de las fotos y de aquellos relatos familiares que suelen ser confusos en la mayoría de los casos, ya que se basan en una serie de comentarios, fotos e historias que no se saben si son verdad o mentira, pues el tiempo ha ido generando esa brecha silenciosa, que hace que la misma familia pierda contacto y convierta a aquellos ausentes en grandes misterios. Es por ello que ese suceso en donde aparece aquel extraño video colgado en la página Web de YouTube, hace que la lectura se abra más hacia lo misterioso del secreto y de la suerte que corrió su tío, su esposa ucraniana y su único familiar Piotr, aquel abril de 1986, en las tierras de Prypiat.

Ese paisaje melancólico, lleno de tonos amarillentos y verdosos que genera la radioactividad, que describe con claridad a la abandonada ciudad de Prypiat, como una ciudad anestesiada, inmovilizada y adormecida por toda esas partículas toxicas que abundan en su ambiente, hace que la narración no sea común, sino que más bien se logre entremezclar con una especie de historia zombi, pues sus objetos y personajes logran cobrar vida junto a aquellos restos de esa extraña y abandonada localidad fantasmagórica.

La imágenes que se van describiendo con el pasar de las hojas de la novela, describen un Prypiat distanciado de la realidad por casi más de un milenio; pero Malofi, quien es el conductor especial de esta historia, no pone atención en la soledad, ni mucho menos de la tensión se siente en el lugar, sino que sigue adelante con su misión, contando siempre con la ayuda de sus dos extraños guías, que suelen tornarse peligrosos por sus asiduas actividades de caza y trafico dentro de la zona de “exclusión”, buscando siempre seguir el rastro de su familia, el cual se quedo perdido en una parte del tiempo, así como se quedaron suspendidas en el aire las partículas de material radioactivo que salieron con la explosión nuclear de Chernóbil.

El relato de los hechos que construyen la novela, para su autor Carlos Ríos, van componiendo una historia que cuenta con la presencia de niños, poetas, artistas y animales ucranianos, así como también se aprecia la compañía de personajes tan literarios como aquellos bueyes que adoran la revolución al son del sonido lúgubre que pueden producir los violines y los chelos rusos, los cuales se niegan a abandonar los alrededores de la planta nuclear de la antigua Unión Soviética, más conocida como la planta de Chernóbil; haciendo esto que toda la historia se sienta tan real como aquel extraño video que impulso al personaje a querer seguir adelante con su búsqueda de aquellas huellas familiares que por más que produzcan rabias e impotencia, y a la vez solo se conozcan a través de relatos que suelen ser fraccionados y hasta inventados, se siente la necesidad de apreciarlas con los propios ojos.

MIS RECUERDOS DE INFANCIA


10 de diciembre de 1993, clima propio en la ciudad de la eterna primavera, Medellín, no se tenía, pero para mí, era un día soleado, un día en donde las golondrinas se paseaban por mi ciudad compartiendo mi felicidad, pues era el día en que ese sueño tan anhelado por una niña de 7 años, que para ese entonces era hija única, se hacía realidad, pues llegaba mi hermano, mi compañero de juegos y mi mejor amigo y mi confidente de por vida, era el día en el que se empezaba a tejer esa amistad y esa compincheria que se tiene entre hermanos.

La casa estaba arreglada, mi cuarto, que desde ese entonces pasaría a ser su cuarto, estaba organizado, de manera estratégica para recibir ese nuevo miembro de la familia, que desde hacía mucho tiempo estábamos esperando, en especial yo.
Es cierto, Daniel no llego como llegan todos los bebes, que, para la inocencia de una niña de 7 años, llegan a través de un balón que se esconde en la barriga de la mama, no, a Daniel lo trajo la esperanza, el deseo, el anhelo, lo trajo la navidad.

Desde el momento en el que recibí la noticia de que mi hermanito llegaba a casa en pocas horas, la ansiedad me empezó a brotar por los poros, no sabía qué hacer, como actuar en ese tan esperado momento; mi mamá no sabía qué hacer conmigo, mi papá mucho menos, pues ellos trataban de explicarme la manera en cómo debía de recibirlo, pero a su vez entendía mi desespero, pues mi mayor sueño se estaba empezando a convertir en una realidad. Es más, creo que por eso fue que me enferme, porque mi sueño más anhelado se había hecho realidad y yo no sabía cómo, ni cuando, ni mucho menos donde había ocurrido todo. A pesar de que mi padre es médico y mi madre es enfermera, se preocuparon tanto que salieron conmigo para urgencias, pues ya mi estado de ansiedad para ellos no era algo normal y también ellos estaban ansiosos, lo que no les permitía actuar como galenos, frente a su hija, que se encontraba en un shock de felicidad latente por esa nueva vida de pilatunas que estaba por comenzar.

Recuerdo tan bien la oficina en la que lo estábamos esperando, recuerdo que era como amarilla, ubicada dentro de una vieja casona de la zona céntrica de la ciudad de Medellín; así mismo recuerdo también que llego una señora con un bebe muy grande en sus brazos, que llego con mi hermanito, con una bolita, una bolita que era mía, solo mía, porque era mi regalo, era mi esperanza.

Los días pasaron, Daniel empezó su proceso de identificación y de crecimiento, llenado mi vida de alegría.
Dos años más tarde llego nuestro compañero de juegos, Tobías, un lobo siberiano, que sería nuestro perro y ahí si se nos completó la familia, papá, mamá, hija, hijo y mascota; yo tenía como unos 10 años y me sentía plena, pues no tenía más que pedirle a la vida, ya que esas eran mis felicidades completas.

Disfrutaba de ver llegar a mi padre de sus turnos médicos a jugar con Tobías y Daniel, revolcándose en el suelo, entre risas, balones, ladridos y juegos, así como también me producía una felicidad infinita escuchar a Daniel, cuando de la nada salía gritando por el pasillo cada que llegaba visita a la casa, para ofrecerlo de la manera más tierna y amable “¿Quiere un tintico?”. Mi madre que siempre estaba dispuesta a jugar con nosotros sin importar la hora, ni el cansancio que tenía en su espalda y en su mente, por una larga jornada laboral en un hospital público de alta complejidad, así mismo siempre estaba dispuesta a contarnos una historia, ayudarnos con nuestras tareas y hacernos dormir como un par de angelitos que la dejábamos descansar solo cuando estábamos dormidos.

Mejor dicho, la familia perfecta, los momentos de reunión eran varios, eran eternos, nunca se acababan y más con el humor fino de un niño de 3 años que siempre salía con el mejor comentario para hacer el ambiente un poco más familiar y así generar lazos para toda la vida.
Los gritos, los llantos, las peleas, las corridas por los pasillos de nuestra casa detrás de un perro que se nos robaba los juguetes, las conversaciones sin sentido, hablar en inglés para que nuestros padres no entendieran nuestras pilatunas, los secretos de hermanos que aún siguen guardados en aquel baúl que ya no tiene llave, las despertadas temprano para sorprender a nuestros padres con cualquier estupidez de niños, solo porque queríamos hacerlos felices.

Aún recuerdo el día en el que Daniel llego a mi casa, al que era mi cuarto a dormir en la que era mi cama, lo recuerdo muy bien, como si fuera ayer y todo porque aún sigo creyendo que ese fue el mejor regalo de navidad que me pudo dar el destino para toda mi vida, no solo es mi hermano, es mi mejor amigo, mi confidente, es aquel con el que siempre podre contar sin importar nada ni tampoco esperar nada a cambio.

EL COMÚN OLVIDO DE AQUELLO QUE NUNCA SEREMOS


La “verdad”, que tanta dignidad confiere a la historia,
Es apenas la ausencia de contradicción entre las versiones recibidas de un hecho;
Pero ningún hecho es inmune a la interpretación...
Edgardo Cozarinsky, Museo del chisme

Primera escena: Un hombre, Daniel, llega al aeropuerto internacional de la ciudad de Buenos Aires. Lo acompaña la urna de cenizas, de aquella persona que en vida fue su madre y sus maletas de equipaje. -Vine a enterrar a esta muerta y a desenterrar todos sus secretos, que a la vez son los míos propios, los de mi historia de vida, vida que aun no conozco y no entiendo-. Daniel es un argentino, vive desde pequeño en la capital del mundo, es bibliotecario por profesión, pero en la ciudad de la furia, se ve forzado a convertirse en un antropólogo y etnógrafo de su propia historia de vida.
Las ficciones maternas, a través de un conjunto de relatos fragmentarios y autobiográficos, que se concentran en aquel género literario que se denomina “petite histoire” cuyo juego primordial es la memoria como disipador del proceso de escritura.
En todo juego ficcional, que se desarrolla en la cotidianidad de una historia, se puede apreciar una figura materna que se encuentra basada en palabras y escenas, netamente silenciosas, que establecen y desquebrajan los discursos típicos existentes en aquellas relaciones Madre-Hijo.
La madre es un personaje localizado en todo el eje de la historia, y es construido desde varios puntos de vista, en realidad son contradictorios, basados en huellas, verdades y silencios un tanto mitológicos e inexplicables. Allí es donde se logra apreciar la nueva concepción de sujeto “socialite” que propone Molloy.
La lectura de los personajes, que son seres misteriosos, hace que en algunos momentos se convierten en narradores omnipresentes, de una historia que se desarrolla en una Buenos Aires, netamente móvil y cambiante entre una esquina y otra, ya que todos los recorridos de personaje principal, de ahora en adelante Daniel, se basan en el deseo derivado de querer encontrar sus verdaderas raíces. Teniendo en cuenta que un extranjero que lea el libro, es fácil identificarse con el personaje de Daniel; pues regresar a su lugar de origen cuando no se siente parte del mismo, genera yuxtaposiciones que hacen que ese “nacional” se sienta “extranjero” en su propia tierra, ya que sus recuerdos, son en gran parte borrados por las nuevas experiencias vividas, basadas en esos relatos de personas cercanas, pero a la vez extrañas, desde el momento en el que partieron con todos sus secretos y verdades hacia la tierra del país del nunca jamás.
Para la psicología el proceso de recordar es un placer en todo ser humano, sin embargo, ese placer siempre frecuentado por Daniel genera más dudas e inquietudes que soluciones y aclaraciones frente a su proceso de identificación tanto con el yo como con ese otro que es su familia, desconocida. Su memoria siempre se encuentra viajando hacia lugares y deseos del pasado, lo que hace los diálogos que se presentan entre los personajes, sean como aquel el relato de viaje del mochilero, un relato policial, la ficción de la figura materna, la autobiografía, conjugados con las memorias, que se entrecruzan, como los discursos, las miradas y las subjetividades de las entre líneas, que frecuentemente se desplazan entre el deseo latente de recordar aquel olvido del cual no se siente parte.
La novela posee una estrategia, basada en el concepto de desplazamiento “forzado”, en donde se va articulando un relato de un narrador en primera persona, con los demás narradores, que se basan en los chismes y la historia familiar desconocida por el mismo Daniel, juega con personajes que cuentan con identidades móviles e inestables, hacen parecer que la fotografía de la historia este siempre fuera de foco.
Entre los miles de juegos de adivinanzas, el que más apasiona es el de los papelitos, y los secretos que estos contienen, así como también la sensación de que todo lo privado es político, pues son los ejes centrales de la trama, ya que detrás del polvo de los objetos se tejen historias que hacen asumir a Daniel un rol de antropólogo y que a su vez se enfrente por vez primera a apreciar su obra arte, la cual es la historia familiar que quedo sin defender con la partida de su madre y que sus amigos más íntimos, como Simón, le dicen que no vale la pena retomarla para apreciarla, aunque el mismo Daniel lo sepa y no lo comprenda.
Todos los personajes, son seres míticos, móviles y cambiantes, muy humanos, cada uno desde su propia personalidad, sin embargo, en la historia, estos personajes se basan en el recuerdo y su vez en el olvido de la mirada y apreciación personal, de cada uno, en donde sus características son desplazadas según las circunstancias en las que sean traídos a colación por la memoria que aquello que quiere ser recordado desde la misma negatividad que siente Daniel al no querer ser parte de su familia, pero siendo consciente de que es de nacionalidad argentina hasta el día de su muerte, por más de que en su interior se sienta como un extranjero dentro de su propio territorio.
Los discursos frente a los temas tabúes, que se desarrollan en la historia, muestran a un investigador, que se vuelve experto en rastrear las huellas del pasado, descubriendo así muchos misterios de su misma madre, desde su personalidad excéntrica hasta su propia homosexualidad, condición que lo aleja de querer saber el porqué de esa decisión y que en cierta medida, lo taladra en su cerebro frente a esa culpabilidad de no querer entender por qué escondía tanto su homosexualidad frente a su madre, sabiendo que ella tenía la misma condición de él, en un género distinto.
Hacia el final de la historia, Daniel considera dar por terminado su proceso de reconstruir su memoria a través de los relatos que le dejo su madre, y en donde a ha comprendido que es inevitable que una memoria llena de agujeros, perjuicios, vacios y contradicciones, se encuentra con Samuel, ese personaje que podría decirse que es un polo a tierra, toma la decisión de gozar su vida, a través del mundo narrado que le dejo su madre entre comentarios, quejas, secretos, objetos y papelitos, el más que nadie sabe que en eso se quedaran, en un olvido común al cual todos le tenemos miedo a llegar.
El común olvido, son varias versiones de una vida, de muchas vidas, de una época que se terminó con la muerte del eje central de una familia disfuncional, los recuerdos, los olvidos y los no entendidos, que circulan siempre de boca en boca de aquellos que siempre traen a colación el pasado del cual no somos ni seremos.