jueves, 19 de febrero de 2015

Las diferencias que enriquecen los puntos comunes

El 18 de febrero del año en curso la Honorable Corte Constitucional de mi país, Colombia; otra vez demuestra como la doble moral abunda en el país del sagrado corazón. Estábamos a la expectativa de un fallo en equidad frente al concepto de adopción de menores de edad para parejas del mismo sexo; sin embargo, la Corte emitió su resolución de manera negativa frente al tema.
Da mucha rabia e impotencia ver como aún la mojigateria y la doble moral abundan en los que se suponen son los del mejor criterio para tomar estas decisiones acorde a la bien ponderada Constitución Política Colombiana.

Siguiendo este debate ardiente, que lleva ya varios días en los medios de comunicación y en las mismas redes sociales; me encontré con la historia de Catalina Solórzano Martínez y Lalis Solórzano Martínez, unas hermanas que defienden el concepto de homosexualidad y obviamente la adopción de parejas del mismo sexo, desde la cotidianidad de una familia, que las educó bajo los conceptos de lealtad y respeto ante todo, una crianza muy similar a las familias "normales" (conformadas por un padre hombre y una madre mujer); la historia de estas dos mujeres me pareció muy atinada frente al tema, pues en ella se ve como una hermana que es heterosexual, defiende los derechos de igualdad de su hermana que es homosexual, y además logra demostrar en sus palabras que puede más el amor de familia y el respeto por las diferencias del otro, lo que construye lazos familiares y forma personas que no discriminan, sino que por el contrario congregan y aceptan a las personas tal y como vienen. Además con esta misma historia se refuta de una manera muy coherente el concepto de la Universidad de la Sabana, en donde aducen que la homosexualidad es una enfermedad; pues en las palabras de Catalina, se logra entender que su hermana Lalis es una mujer de excelente valores, que es una persona sana, coherente e inteligente, que por el hecho de ser homosexual no es una mujer enferma, simplemente tiene gustos diferentes los cuales son respetables y que lo mejor de todo son apoyados por su familia y amigos, quienes la aceptan y la admiran por ser esa persona que es hoy.

Es un panorama desolador, no se ve un horizonte, sino que por el contrario se ve un vacío profundo frente a un tema que quién sabe cuándo se volverá a analizar en el país del sagrado corazón, además es claro que en Colombia somos muy pocos los que consideramos que los homosexuales tienen los mismos derechos y deberes de los heterosexuales, somos personas comunes y corrientes y por ende no le vemos diferenciación alguna cuando se habla de la aplicación del rigor de la ley, pues la ley como tal es la misma para hombre y mujeres, sean o no heterosexuales, homosexuales, bisexuales o transexuales.

Sin embargo, así con la tristeza que me produce este fallo de la Honorable Corte Constitucional, no pierdo la esperanza de que algún todos en el mundo seamos "C.C: Comunes y Corrientes", pues como lo dicen quienes ya miran la mal llamada discusión de género, desde el post género: Es más fácil mirar los puntos en común que tenemos entre hombres, mujeres, homosexuales, bisexuales y transexules, que quedarnos analizando las diferencias, que son eso DIFERENCIAS. Y sí, yo me adhiero a este concepto, pues parto de la premisa que todos independientemente de nuestros conceptos y criterios, somos personas, somos seres humanos; unos diferentes a los otros, pero eso es lo bonito, que la diferencia es la que nos ayuda a construir esos puntos comunes que son los que nos acercan.

Comparto el estado de Facebook de Catalina Solórzano Martínez, en donde ella expresa su amor, respeto y apoyo a su hermana Lalis Solórzano Martínez.


Cansada de tanto sinsentido, de tanto fanatismo, de tanta ignorancia y por otro lado de tanta indiferencia, decidí también contar mi historia.
Nací de una pareja heterosexual y desde que tengo uso de razón me gustan los vestidos, los accesorios, los tacones y los hombres. Mi Hermana, nació en la misma familia y nunca quiso heredar mis vestidos y mis tacones y los hombres fueron siempre sus grandes amigos y nada más. Fuimos criadas con el mismo amor y respeto, ninguna de las dos tiene trauma alguno con su sexualidad, ni mucho menos fuimos abusadas o estamos enfermas. Simplemente así como a mi me gustan los tacones, a mi hermana le gustan los converse; como a mi me gusta el helado de chocolate, a ella el de vainilla; así, a mi me gustan los hombres y a mi hermana las mujeres.
Leyendo no solo el concepto de la facultad de medicina de la Universidad de la Sabana, sino también muchos otros comentarios de la sociedad en la que vivo (lastimosamente muchos desde el fanatismo religioso) me enteré que según no se qué estudios, los homosexuales son personas enfermas. Ante semejante noticia decidí hacer mi propio estudio (sin dármelas de científica ni mucho menos) y mirar esas supuestas patologías, en una persona homosexual que resulta ser el ser humano que mejor conozco.
Mi hermana, 25 años. Desde su edad preescolar mostró talentos excepcionales y amplias habilidades sociales. Durante sus años de colegio fue siempre, y si me equivoco me corrigen, el alma del salón, del colegio y de la familia. Tuvo una adolescencia más que normal y tranquila (como pocas), jamás tuvo problemas de autoimagen o identidad, fue la mejor amiga de hombres y mujeres y una hija responsable que disfrutó su juventud sin excesos y sin ningún comportamiento que alguien pueda llamar patológico.
A los 18 años empezó a perseguir sus metas profesionales, llegó a nuevos círculos sociales en donde, en muy corto tiempo, descubrieron su talento y su corazón. Hoy es una estudiante destacada y becada por méritos académicos en una reconocida universidad en el exterior; sus profesores, sus amigos, sus compañeros de trabajo y nosotros, su familia, reconocemos en ella no solamente su talento y sus habilidades profesionales, sino sobretodo a una mujer sensata, ecuánime, apasionada pero racional, y sobretodo a una persona muy feliz. Es inquebrantable en sus valores; el amor, la familia, el respeto, la responsabilidad y hasta el compromiso con un país que hoy la cree enferma.
Yo, la heterosexual, la “normal” para muchos, la “sana”, quisiera ser al menos la mitad del ser humano que es ella. Por ejemplo, creo que me he tomado más tragos en la vida que ella, he sido más irresponsable, he tenido que ser tratada por más médicos (ya que estamos hablando de enfermos), y mi historial sentimental es exponencial comparado con el suyo. Les aseguro que si un científico nos estudia (bien sea uno de los buenos o uno de los de la Universidad de la Sabana), me encontrará a mi bastante más enferma que a ella.
Si yo tuviera que escoger entre las dos, a la mejor madre para entregarle un hijo en adopción, se lo entregaría a mi hermana sin pensarlo dos veces.
Catalina Solórzano M"