La “verdad”, que tanta dignidad
confiere a la historia,
Es apenas la ausencia de
contradicción entre las versiones recibidas de un hecho;
Pero ningún hecho es inmune a la
interpretación...
Edgardo Cozarinsky, Museo
del chisme
Primera escena: Un hombre,
Daniel, llega al aeropuerto internacional de la ciudad de Buenos Aires. Lo
acompaña la urna de cenizas, de aquella persona que en vida fue su madre y sus
maletas de equipaje. -Vine a enterrar a esta muerta y a desenterrar todos sus
secretos, que a la vez son los míos propios, los de mi historia de vida, vida
que aun no conozco y no entiendo-. Daniel es un argentino, vive desde pequeño
en la capital del mundo, es bibliotecario por profesión, pero en la ciudad de
la furia, se ve forzado a convertirse en un antropólogo y etnógrafo de su
propia historia de vida.
Las ficciones maternas, a través de un conjunto
de relatos fragmentarios y autobiográficos, que se concentran en aquel género
literario que se denomina “petite histoire” cuyo juego primordial es la memoria como disipador del proceso de
escritura.
En todo juego ficcional, que se desarrolla en
la cotidianidad de una historia, se puede apreciar una figura materna que se
encuentra basada en palabras y escenas, netamente silenciosas, que establecen y
desquebrajan los discursos típicos existentes en aquellas relaciones
Madre-Hijo.
La madre es un personaje localizado en todo
el eje de la historia, y es construido desde varios puntos de vista, en
realidad son contradictorios, basados en huellas, verdades y silencios un tanto
mitológicos e inexplicables. Allí es donde se logra apreciar la nueva
concepción de sujeto “socialite” que
propone Molloy.
La lectura de los personajes, que son
seres misteriosos, hace que en algunos momentos se convierten en narradores
omnipresentes, de una historia que se desarrolla en una Buenos Aires, netamente
móvil y cambiante entre una esquina y otra, ya que todos los recorridos de
personaje principal, de ahora en adelante Daniel, se basan en el deseo derivado
de querer encontrar sus verdaderas raíces. Teniendo en cuenta que un extranjero
que lea el libro, es fácil identificarse con el personaje de Daniel; pues
regresar a su lugar de origen cuando no se siente parte del mismo, genera
yuxtaposiciones que hacen que ese “nacional” se sienta “extranjero” en su
propia tierra, ya que sus recuerdos, son en gran parte borrados por las nuevas
experiencias vividas, basadas en esos relatos de personas cercanas, pero a la
vez extrañas, desde el momento en el que partieron con todos sus secretos y
verdades hacia la tierra del país del nunca jamás.
Para la psicología el proceso de recordar
es un placer en todo ser humano, sin embargo, ese placer siempre frecuentado
por Daniel genera más dudas e inquietudes que soluciones y aclaraciones frente
a su proceso de identificación tanto con el yo como con ese otro que es su
familia, desconocida. Su memoria siempre se encuentra viajando hacia lugares y
deseos del pasado, lo que hace los diálogos que se presentan entre los
personajes, sean como aquel el relato de viaje del mochilero, un relato
policial, la ficción de la figura materna, la autobiografía, conjugados con las
memorias, que se entrecruzan, como los discursos, las miradas y las
subjetividades de las entre líneas, que frecuentemente se desplazan entre el
deseo latente de recordar aquel olvido del cual no se siente
parte.
La novela posee una estrategia, basada en
el concepto de desplazamiento “forzado”, en donde se va articulando un relato
de un narrador en primera persona, con los demás narradores, que se basan en
los chismes y la historia familiar desconocida por el mismo Daniel, juega con
personajes que cuentan con identidades móviles e inestables, hacen parecer que
la fotografía de la historia este siempre fuera de foco.
Entre los miles de juegos de adivinanzas,
el que más apasiona es el de los papelitos, y los secretos que estos contienen,
así como también la sensación de que todo lo privado es político, pues son los ejes
centrales de la trama, ya que detrás del polvo de los objetos se tejen
historias que hacen asumir a Daniel un rol de antropólogo y que a su vez se
enfrente por vez primera a apreciar su obra arte, la cual es la historia
familiar que quedo sin defender con la partida de su madre y que sus amigos más
íntimos, como Simón, le dicen que no vale la pena retomarla para apreciarla,
aunque el mismo Daniel lo sepa y no lo comprenda.
Todos los personajes, son seres míticos,
móviles y cambiantes, muy humanos, cada uno desde su propia personalidad, sin
embargo, en la historia, estos personajes se basan en el recuerdo y su vez en
el olvido de la mirada y apreciación personal, de cada uno, en donde sus
características son desplazadas según las circunstancias en las que sean
traídos a colación por la memoria que aquello que quiere ser recordado desde la
misma negatividad que siente Daniel al no querer ser parte de su familia, pero
siendo consciente de que es de nacionalidad argentina hasta el día de su
muerte, por más de que en su interior se sienta como un extranjero dentro de su
propio territorio.
Los discursos frente a los temas tabúes,
que se desarrollan en la historia, muestran a un investigador, que se vuelve
experto en rastrear las huellas del pasado, descubriendo así muchos misterios
de su misma madre, desde su personalidad excéntrica hasta su propia
homosexualidad, condición que lo aleja de querer saber el porqué de esa
decisión y que en cierta medida, lo taladra en su cerebro frente a esa
culpabilidad de no querer entender por qué escondía tanto su homosexualidad
frente a su madre, sabiendo que ella tenía la misma condición de él, en un género
distinto.
Hacia el final de la historia, Daniel considera
dar por terminado su proceso de reconstruir su memoria a través de los relatos
que le dejo su madre, y en donde a ha comprendido que es inevitable que una
memoria llena de agujeros, perjuicios, vacios y contradicciones, se encuentra
con Samuel, ese personaje que podría decirse que es un polo a tierra, toma la
decisión de gozar su vida, a través del mundo narrado que le dejo su madre
entre comentarios, quejas, secretos, objetos y papelitos, el más que nadie sabe
que en eso se quedaran, en un olvido común al cual todos le tenemos miedo a
llegar.
El común olvido, son varias versiones
de una vida, de muchas vidas, de una época que se terminó con la muerte del eje
central de una familia disfuncional, los recuerdos, los olvidos y los no
entendidos, que circulan siempre de boca en boca de aquellos que siempre traen
a colación el pasado del cual no somos ni seremos.
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