Entre el bullicio, carros, perro y las bruscas luces
que abrigaban a la multitud, en un bohemio café del centro de la ciudad de Buenos
Aires, al compás de la música de Juaquin Sabina y sus crueles letras, ella
miraba su cigarrillo como queriendo descubrir cual gitana ese futuro incierto
que le aguardaba.
Entre tragos amargos, el humo de sus cenizas, que ante
ella iban cayendo, se mezclaba con el raro olor de las flores que adornaban
aquel lugar, produciendo en ella la misma sensación de angustia, nostalgia y tristeza,
que su alma sin razón alguna venia experimentando desde tiempo atrás.
Sola como todos los días en la misma mesa, ahogando su
cruel historia y mirando hacia aquellas puertas coloniales, de las viejas
casonas bonarenses, como si llevara miles de años en este lugar, viendo pasar
las sombras de todos aquellos que no saben a donde van; ella fija su mirada
esperando que él regrese y se siente a su lado, haciéndole soñar cosas de las
cuales quizás nunca se pueda olvidar.
Su belleza es extraña, su color es como el del ocaso a
punto de caer, sus ojos reflejan el alma de una mujer amante de la libertad, su
figura es esbelta y en sus manos se pueden ver arduos años de incesante lucha
por amar.
Luis un viejo amigo que conoció en uno de sus rutinarios
días en el café, toma asiento junto a ella y la saluda como quien invita a
alguien a vivir:
-Hola Carolina… como estas?
-Hola Luis… en que te puedo ayudar?
Luis un poco acostumbrado a la actitud de esta extraña
mujer le dice dulcemente:
-Caro… deseas tomar algo?
A lo que Carolina en tono seco y con su mirada fija en
la ceniza le contesta:
_Un café esta bien, gracias.
Luis descubre que esta mujer necesita alguien con quien
hablar, pero lo que no logra es hacerla pronunciar una sola palabra, como
si ocultara la desdicha más grande del mundo entero:
-Cómo has estado?, como anda tu vida?
-Viva supongo… Una respuesta algo tajante y distante
para la situación.
Un instante de silencio absorbe totalmente la conversación
y Luis lo único que espera es que pronto llegue el café, beberlo y sacar
cualquier excusa para retirarse de tan extraña velada. Mientras tanto, Carolina
para sus adentros es conciente de que su amigo esta aburrido y que en el
momento menos pensado se levantara y la dejara sola, como lo ha estado toda su
vida. No hace absolutamente nada; solo reacciona con un suspiro y le pregunta a
Luis:
-Qué opinas de la flores de este lugar?
Luis un tanto extrañado por la pregunta, pero en el fondo
acostumbrado le dice:
-Las flores son bellas cuando están vivas, pero duran
muy poco y la tristeza de su ausencia se refleja en su olor, es un olor que me
da miedo, ¿pero sabes?... me pone a pensar; es por eso que quizás vengo a este
lugar.
Carolina con una leve sonrisa en su cara, abre su boca como
para pronunciar algo y en ese preciso momento, llega el café y junto con él se
traga sus palabras.
-Gracias… responden ambos al unísono.
-Por ti… dice Luis, por mi… le contesta Carolina.
Luis miraba el reloj como quien tuviera prisa, pero no
quería dejar a esta mujer sumergirse mas en su raro mundo, pero él es un hombre
de palabras y detesta de sobremanera los silencios absurdos en medio de
conversaciones y, aunque Carolina era de alguna manera diferente; por lo poco
que la conoce toma el ultimo trago de café y decide marcharse, pues en el fondo
sabe que ella quiere estar sola.
-Adiós Carolina, me gustaría acompañarte, pero tengo
cosas que hacer… típica respuesta de alguien que busca irse sin que le pidan
explicaciones.
Carolina enciende un nuevo cigarrillo y prescindiendo la ausencia
de su amigo segundos atrás, mira la ceniza y se frustra una vez mas al no
poder ver en ella aquello que le aguardaba en este bohemio lugar, su incierto
destino.
-Adiós Luis, gracias una vez más por tu
compañía.
Soltando el humo de su boca en un largo suspiro, toma
su último trago y decide marcharse a la misma hora de todos los días, esperando
que llegue mañana para regresar con su soledad.
Este rutinario proceso se repitió, días, semanas,
incluso meses, si no fueron años; el caso es que un día sucedió lo inesperado.
Carolina en su mesa, clavando su mirada en las flores secas de aquel café,
intentaba entretenerse un poco botando el humo en medio de ellas, disfrazando
cual niebla la triste historia de estas flores que tal vez no era muy
diferente a la suya, pero en vez de de despejar su mente, trajo a su alma
tantos recuerdos, que solo una lagrima, la mas preciada lagrima del universo,
rodó por sus mejillas, muriendo en su roja boca… Es aquí cuando un hombre muy
extraño, atraviesa las puertas del lugar: se detiene un instante, respira, mira
las flores secas y en su rostro se reflejan todos esos años de profundo y
absurdo silencio que con nostalgia se han ahogado en su corazón.
-Carolina?
-Carolina? eres tu es verdad?
Esa voz retumba en su mente, en la de ella, su corazón
se agita tanto que sus manos empiezan a sudar y su respiración se escucha tan
fuerte, que lo único que su mente repite una y otra vez en su interior es esa
pregunta que juro no hacerse cuando él regresara, pues simplemente seria una
falta gravísima, si ella no la recordara, su voz la de él… pero esto quedo en
el pasado y lo único que pasaba por la cabeza de Carolina era:
-Será él?...Será él?, no, no, no puede ser… tranquilízate…
calma, calma, Carolina no es él!!!
Él una vez más insiste:
-Carolina eres tú?, vamos dime algo, soy yo!!!...
Así que al no escuchar un mínimo murmullo, él decide
hacerse tras ella, tomar su silla de ruedas, la de ella y, llevársela a otro
lugar…
El caso es que de esta extraña mujer y de aquel hombre
que le arrebato el alma a este sitio, no hemos vuelto a saber nada; aquí todo
sigue igual, lo único raro es que semanalmente nos llega un ramo de flores
frescas, dándole un aire de vida a este bohemio y pequeño mundo bonarense, que
tras el humo trata de olvidar las historias de los que no saben a donde van…
FIN
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